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Mes de junio

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Onchi Koshiro. (1930). Espejo . Plano de mi hermana en su apartamento Feliz cumpleaños, Vane . Es mejor no decirlo porque no sé cómo o por dónde comenzar: si por las monedas en el comedor, debajo de la tele y en los cajones. Cincuenta, cien y doscientos pesos por cincuenta, cien o doscientos en todas partes. No sé si comenzar por los cubiertos: el cuchillo de mesa de mango azul oscuro para esparcir el queso crema en la galleta como cuando solo vivíamos con la abuela en la casa de Álamos. O si empezar por la novedad de nuestros malos hábitos: dormir mucho o no dormir nada, la desconfianza, el tabaco o perder el tiempo sentado en algún lado a la espera de lo que no sucede. Y no sé si comenzar por aquella charla de las personas que han transitado nuestros cuerpos con la marcha de hormigas sedientas. Lo que sé es que su estante de libros empieza por un ejemplar de la Fenomenología del espíritu –una médica que lee a Hegel para descifrar y curar sus contradicciones–. Al libro lo sigue una h

Este cuerpo que nunca

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Takato Yamamoto. (2002). Makeup of darkness . Hombrecitos empantallados Hombrecitos empantallados de carne de imagen de carne de imagen de rostros al frente que miran y esperan amar y ser amados a imagen de sí y huir, tal vez, del frío rencor de la pantalla. Una palabra, un mensaje, una foto de sí para recibir un cumplido: una palabra, un mensaje, una foto. Es que yo estoy del otro lado de la ausencia: aquí todos son iguales porque no hay nadie. El otro lado del cristal, del plasma, del píxel diminuto que dibuja la cara, el cuerpo con la nada entre las piernas. Es el otro lado, el cuerpo que nunca y las telarañas en los vellos y el esternón: un cofre que guarda corazones y pulmones crujientes. Lo denso, la brea que ahoga cualquier intento de palabra: una imagen en negro para ojos que no ven que ahí estoy yo del otro lado. Hombrecitos empantallados de ojos color pene, de pulmones de aliento caliente y corazones que sangran algo que es mentira. Estoy yo, del otro lado, como un cáncer que

Lo mismo

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  Margo Veillon. (1992). Exhausted . Cumplir veinte años Después de dos décadas queda claro que todo es igual, lo mismo de ayer, el mismo que amó, que se muere en un libro con flores y hojitas secas aplastadas en los cachetes. La ofrenda: las manos juntas, palmas arriba en un entregarse por completo a nada sabiendo que nada va a pasar. Un suspiro: el ausente, el mismo que se ausenta para morirse en un libro que nadie lee porque nadie va a pasar a rescatarlo de entre las páginas manchadas de tiempo. Un ayer que suplica que por favor no, que por favor, que no haya un mañana porque ya amé y me muero bajo el peso de un libro con todo lo mal, con todo lo igual que hice. No te quiero Quiéreme ausente, lejos, quiéreme en silencio sin mirarte a los ojos cuando hablas, con tres pastillas en la boca, el aliento a café de morirse en cada sorbo a la espera de algo que no sucede. Quiéreme, sucédeme, pero quiéreme sabiendo que yo no sucedo. No hay nada detrás de mí ni después de mí, no hay nada. Qui

Antígona de veinte años

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“He de morir de cosas así” Alejandra Pizarnik, fragmento de Vértigos o contemplación de algo que termina . Arriba el sol, luego el bus, abajo el pavimento. El sol alumbra los rostros que sonríen, mueve el sudor que cae de los tantos. He visto que bajo el sol se baila, se reúnen los amigos, se aprovecha para hacer las cosas, el trabajo; y en su ausencia todos regresan a casa también en un bus, y abajo el pavimento reflejando el sol. Yo estoy en el bus, con lentes de sol para no ver, no quiero, yo quiero las lágrimas para esta sed. Es que no, lo más triste de estar triste es el calor, el flujo inútil de sangre en los cachetes, una fiebre, la respiración interrumpida, la tos discontinua frente al sol constante igual, siempre igual. Quiero llegar a casa y decirme, es que no tengo a quien decirme porque nadie me dice nada, todos se ocupan del sol y su silencio al que soy ajena. Quiero llegar a casa y ducharme porque sé que el descenso más hondo no es por tierra. No basta tirarse del mirado

No son poemas de amor

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Cindy Sherman. (1979). Untitled film still #48 . Perdón En el baño, tras un baño caliente, las gotas en mi cara, mi sudor y el miedo de que vuelva a  pasar, hacer  lo que hice. El sudor, las gotas, mi llanto en la ducha cayendo en el sifón con pelos. El agua en mi pelo que se quiebra entre mis manos. Y orino las baldosas azules, finjo como si no, pero estoy aquí solo y diluido a la espera de un perdón que no viene y me duele orinar. Sé que al salir seguiré igual de sucio, meado y la culpa que no, no cae con champú ni jabón o exfoliante ni madre, amigo o pareja o Dios que limpie mi boca de sifón con pelos, llena de tantos que herí y bebí de su sangre que orino en la ducha con descaro y vergüenza, y toco la toalla y nada, nada pasa. [ Perdón  fue escrito en un rollo de papel higiénico]. Fiebre de gente La garganta se irrita al paso de cada una hacia lo más adentro. Una tos para escupirlas, salen dos o tres y me reclaman que por qué, que se siente muy bien adentro de mí en cada viscera, e

Educación cristiana para niños protestantes

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“La nada es inercia. Invita al ser y no lo tolera: es la suprema resistencia. Por eso crea el infierno, ese infralugar donde la vida no tiene textura. Ceder a él es sumergirse en la locura, en esa locura que precede a toda enajenación” María Zambrano. En La última aparición de lo sagrado: la nada , p. 185. Flor Marina Pineda es su nombre. Es una mujer ya muy señora, ya muy seria, quizá muy seria y muy señora para ser profesora de niños y adolescentes tan variados, pero en últimas todos cristianos protestantes evangélicos, al menos así debe de ser. Flor Marina, la profe Flor, tiene una voz ronca, quizá muy ronca para ser profesora porque siempre que habla pareciera que está regañando. Todos los estudiantes y algunos profesores le tienen miedo a su voz que se asemeja a su carácter. Ella tiene un acento antiguo, muy típico entre adultos mayores de Bogotá que saludan de “¿Ala, cómo estás?”, un acento que contrasta con su fe tan alternativa al común denominador religioso colombiano. ¿Es

Madre piensa

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“ And I am blue,  I am blue, and unwell. Made me bolt like a horse ”. Joanna Newsom, Fragmento de Peach, plum, pear . Todos los días, como siempre, se levanta a las 6:30 a.m. Todos los días recibe el desayuno, bebe una taza de tinto y se cepilla los dientes, y vuelve a tomarse otra taza de tinto. Baja las escaleras. En el garaje mira el carro gris que compró hace un tiempo. Era una muestra de empoderamiento, de verse algo más independiente y decir “no, no me recojan, yo conduzco”. Ahora es el pasaporte para estar todo el día atendiendo menesteres del trabajo. En ese carro, hace mucho tiempo, pero no más de dos años, iba de la empresa a los muelles, de los muelles a los silos y almacenes, y luego volvía a la empresa. Era así todo el día, todos los días hasta muy de noche, a tal punto que no podía dormir pensando en levantarse. Todos esos paseos de un lado a otro se subsanaban con un bono de gasolina que le daba su jefe. “Es que la gasolina está muy cara”, piensa, “es que la gasolina