En tantas voces

 

Viliam Chmel. (1943). Nude.

Autorretrato desnudo

Vengo de estar en ninguna parte,
de caminar dormido sin ninguna esperanza
de volver a estar despierto.
Salgo de un recipiente sin fondo
y con las orillas desportilladas,
esas que abrieron la planta de mis pies descalzos
y me desangraron en los primeros pasos.
Yo era lo que era el sueño de una lata vacía
contra la parte de la pared que no se ve
al mirar de bajo de la cama:
con toda la basura, las arañas y las cucarachas
que alguna vez quise, pero algunas me quisieron.
Yo era lo que estaba entre las manos hambrientas
de cuerpos que no me pertenecen,
pero que pronunciaron mi nombre con su glande.
Es que eso era,
era lo que era reunir las esquirlas de mí mismo,
las que quedaron regadas en la ducha del motel
en un charco de semen y sangre
que parecía lágrimas:
era mi boca contra otras bocas
como dos heridas en carne viva que supuran saliva,
era el filo de mis dientes abriéndose paso
entre muslos, caderas y esternones
con el afán de masticar corazones crudos.
Vengo de correr lejos del deseo que yo nunca quise,
pero mi castigo fue hacerlo realidad
y no disfrutarlo:
el buen hijo, el alumno de once años
que se arrodilla ante el pastor,
las buenas notas y un futuro que ya no es.
Es el fraude escondido, los cigarrillos en el armario
al lado de todo lo que no recuerdo.
Es mi fe manchada por el morbo del Cristo de espaldas
y un esfuerzo por evitarme haciéndome papel,
el papelito que se disuelve sobre las lenguas,
la tinta que dejaba marca en gargantas desconocidas
con todos los sabores de mi ausencia.
Era buscarme tanto en tan distintos ojos
que no recuerdo el color de los míos.
De seguro eran negros
como las noches divertidas entre sobres
y botellas. De seguro eran negros
porque no recuerdo nada.
Es que vengo de una tierra huérfana
en un diciembre mutilado
por una adolescencia moribunda
que no pudo echar raíces.
Donde habría un jardín hay cobijas,
donde habría flores hay pastillas,
y detrás de mis costillas solo vibra un celular.
Y es que vengo, pero sé que vengo,
no sé dónde estoy, pero estoy yo
y no quiero volver a ninguna parte.

Cosas hermosas como nubes que duermen

Para mis amigas.
Hay cosas hermosas
como nubes que duermen
y sueñan con el esfuerzo o el calor
de las dos de la tarde
a mitad de una reunión.
Nubes con pelo y sin cepillo,
pero con el consuelo de la brisa
que ordena cada hebra de cabello
para tejer una foto del cielo.
Cosas hermosas
como nubes que sudan
y no esperan a que llueva,
aunque el olor del pavimento caliente
con el agua resulta delicioso
al salir de clases.
Nubes que andan con sombrilla amiga,
nubes sin truenos, pero con risas.
Es que hace calor a cielo abierto:
al mirar arriba no hay ni una sola,
todas se agitan abajo
en el pasto
como cosas hermosas como nubes
que danzan,
cosas hermosas
como nubes que hablan
y almuerzan carne y papas fritas
y ven saltamontes de alas coloridas,
se dicen las gracias y murmuran del amor
que tiene cara de arena
y se asustan
y duermen como cosas hermosas
en el suelo.
Nubes con hígado y pulmón
para invocar una tormenta que las mueva,
para beber del agua ajena
de las lágrimas del otro,
y rezar juntas por el perdón
para no llover.
Es una tarde sin nubes en el cielo,
arriba el sol,
todas duermen
y sueñan despiertas
como cosas hermosas
como nubes que siento.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cosas que duelen

Maricón, pero andariego

Otros dos poemas