Borradores

Edward Hopper. (1914). Soir bleu.

Borrador de un amor en Barranquilla

Yo te quiero, pero hace mucho calor:
no es la hora,
no es el parque
ni es el sol.
Yo te quiero
y tus ojazos negros
y tus uñas largas
y tu espalda de gran envergadura
como un ave cazadora:
entendí después que yo era la presa.
Yo te veo
bajo el sol:
tu rostro afilado
que me recuerda al borde agudo
de tu nombre de dos sílabas,
suficiente para decirlo todo
y abrirme la tráquea cada que lo pronuncio.
Tu rostro amarillo junto al mío,
tus ojeras tan cercanas.
Tus manos buscando las mías
sobre la banca, tocas mis libros
mis cachetes, las cartas, mis apuntes.
Pero hace mucho calor:
no son los libros,
no son las cartas
ni mis apuntes.
Todo en esta ciudad es una mentira,
incluso el parque.
Dices que es una película,
pero no veo la cámara;
es que tengo que vivirla, dijiste,
pero ya no estoy contigo
y ya viví lo que debía.
Ya no es el parque en la tarde,
sino mi cama a mediodía.
Por las heridas de mi garganta
se escurren unas cuantas
palabras:
todas me las trago,
porque en ese beso descarado
te llevaste mi lengua.
No puedo decirlo, pero puedo escribirlo.
Si lo escribo, no me corta.
Todo en esta ciudad es una mentira,
menos lo cierto
que es el calor.
Yo te quiero, pero hace calor.
Da asco la orgía de sudor en un abrazo
y la humedad de tu respiración durante el beso,
las manos que caminan juntas y pegajosas
en dolorosa unión que se desgarra al separarse,
y sangro, y sudo, y lloro por todo el asco.
El libro, recuerda, el poema que decía
que era lo que amaba
lo más bello en la tierra negra.
Lo más bello en esta ciudad era el parque
y no el amor.
Ya no es el parque, porque está sucio de memorias,
porque fue manchado
por la porquería que se libera
en el beso de dos hombres
y sangro, y sudo, y lloro por todo el asco.
Eso que no es amor,
sino mentira,
eso que siempre fue el calor
que desespera porque sí,
porque toca,
porque me tocó vivir en esta ciudad
y conocerte.
¿Cuántas veces no me ha agarrado
un aguacero en el parque
y me confié porque hacía calor?
¿Cuántas veces no me han agarrado
de la mano para dejarme
botado en cualquier rincón
muriéndome de calor como en la cama a mediodía?
Fuimos juntos al parque, allí quedaste para siempre.
A veces voy para sentirte todavía
más ausente.
Yo no sé dónde estoy:
y no es el parque,
no es el libro,
no fueron los besos.
Nada, nada de eso
fue,
sino el calor
que es lo cierto.


Borrador de algo que no ocurre

En la cama un reguero de cosas:
yo soy una. Al lado mi almohada
y adentro el recuerdo.
En la boca un sorbo, el suspiro
y la flema que borra.
En la sangre trescientas pastillas
que diluyen las cosas
y yo soy una, y yo me diluyo
y me hago sorbo
que atraviesa la garganta
como trescientas pastillas
en la noche sobre la cama:
todavía hace calor. No.
Es que todo sigue igual
que hace cuatro años con el
primer rostro, la primera mentira
y la primera de todas
las pastillas
en medio de un reguero de cosas
porque yo siempre he sido una.
Hoy igual que ayer. No habrá mañana.


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