Jamás en el lenguaje

 

Leonora Carrington. (1974). El último pez.

Las letras y la piel

Una piel suave,
completamente suave,
mezclada con cobijas,
a la espera de ser descubierta,
sufre de ser mencionada:
una piel sensible al tacto de la palabra.
Una piel enferma por los signos
de los signos.

Los síntomas:
fiebre baja,
muy baja,
inventada,
fiebre aquí escrita,
fiebre de palabra.

Hace calor,
calor caliente,
que se entona en una voz
que recita estos versos
disueltos en sudor de lágrimas
y sueños despiertos.

Miradas que manosearon la piel
del dorso de un cuaderno usado,
ojos que alguna vez vieron el secreto
de lo que estaba escrito
antes de hacerse lenguaje.

Antes de pronunciar cualquier cosa
era la cosa,
era la cosa
y no lo que se dice de ella.

¿Qué se puede decir ahora?
Piel,
fiebre,
calor,
sudor,
lágrimas.

Pero nada de eso es en realidad.

Censura

Prohibido decir casa,
prohibido decir mamá,
prohibido decir amor,
prohibido decir sexo,
prohibido decir tiempo,
prohibido decir amigos,
prohibido decir recuerdos,
prohibido decir palabra,
prohibido decir sonido,
prohibido decir silencio.

Silencio.

Biblioteca al revés

                                                    A Paulina

En las paredes habían,
caían
enredaderas de renglones
de palabras espinosas
y frías.
Cuando las dije
mi boca fue habitada
por el sabor de la sangre.

Caminé, quería
entender el sabor,
el sabor de las palabras enredadas
en los muros de papel,
en los muros blandos de mi boca.
Me cansé. Todo dolía,
nada entendía.

Quise tomar asiento,
abrigarme del frío,
ocultarme del lenguaje,
pero la calma
también dolía.

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