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Mostrando entradas de agosto, 2024

Cara de Cristo

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Para André. Padre      Érase un hombre con la cara de Cristo y con el Cristo en el cuello. Él escribía “lentes de sol” sin usar ni una letra, todo para decir algo y que fuera realidad. Era su ternura y las ganas de construir un horizonte con la hache de su palabra “hola” como aquella vez que de su garganta brotó este mundo en el que hoy Él habita con nosotros. En su mano había una carta, en la carta, tres rostros: Padre, Hijo y Espíritu santo. Hijo      Era su carne e imagen: su cara de Cristo a la altura de un árbol extenso como una canción que no termina porque aún no ha empezado a sonar. Pero se sabe –Él sabe– que tiene un final con María Magdalena a su lado, a sus pies de árbol cansado de erguirse en lo alto, y no poder descender con su corazón ardiente de su pasión de hijo que amó este mundo para terminar crucificado. Pero se sabe –Él sabe– que su dolor no fue en vano, y que cada pecado en la tierra, como en su cara, ha sido perdonado. Espíritu santo      Ha descendido.

Borradores

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Edward Hopper. (1914). Soir bleu . Borrador de un amor en Barranquilla Yo te quiero, pero hace mucho calor: no es la hora, no es el parque ni es el sol. Yo te quiero y tus ojazos negros y tus uñas largas y tu espalda de gran envergadura como un ave cazadora: entendí después que yo era la presa. Yo te veo bajo el sol: tu rostro afilado que me recuerda al borde agudo de tu nombre de dos sílabas, suficiente para decirlo todo y abrirme la tráquea cada que lo pronuncio. Tu rostro amarillo junto al mío, tus ojeras tan cercanas. Tus manos buscando las mías sobre la banca, tocas mis libros mis cachetes, las cartas, mis apuntes. Pero hace mucho calor: no son los libros, no son las cartas ni mis apuntes. Todo en esta ciudad es una mentira, incluso el parque. Dices que es una película, pero no veo la cámara; es que tengo que vivirla, dijiste, pero ya no estoy contigo y ya viví lo que debía. Ya no es el parque en la tarde, sino mi cama a mediodía. Por las heridas

Maricón, pero andariego

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Sí, maricón, pero andariego. Maricón porque no tenía otra opción, de lo contrario hubiera decidido ser un poquito más feliz. Andariego porque vivo lejos. Fuera de mi casa hago muchas cosas, también me acostumbré a que los hombres me hicieran cosa, en palabras del último de ellos: soy un instrumento. Pero también son hombres a los que les hice cosas, yo también los hice cosa, porque no tenía otra opción. Andariego porque busco los hombres afuera, aunque muy pocas veces ellos me encuentran. Dos lo hicieron, ambos viven o vivieron en Villa campestre: un barriecito en la antípoda de donde yo vivo. Yo hice allí una casita en el pecho de dos hombres. El primero dejó los estudios después de dejarme, y también dejó la ciudad. El segundo me regaló el silencio para habitar fuera de su pecho. No es muy buena idea eso del amor, porque en el amor no soy cosa, sino adorno; porque cuando amo desdoblo mis costillas hacia afuera y me regalo como una corona para esos hombrecitos como diciéndoles que ell

En tantas voces

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  Viliam Chmel. (1943). Nude . Autorretrato desnudo Vengo de estar en ninguna parte, de caminar dormido sin ninguna esperanza de volver a estar despierto. Salgo de un recipiente sin fondo y con las orillas desportilladas, esas que abrieron la planta de mis pies descalzos y me desangraron en los primeros pasos. Yo era lo que era el sueño de una lata vacía contra la parte de la pared que no se ve al mirar de bajo de la cama: con toda la basura, las arañas y las cucarachas que alguna vez quise, pero algunas me quisieron. Yo era lo que estaba entre las manos hambrientas de cuerpos que no me pertenecen, pero que pronunciaron mi nombre con su glande. Es que eso era, era lo que era reunir las esquirlas de mí mismo, las que quedaron regadas en la ducha del motel en un charco de semen y sangre que parecía lágrimas: era mi boca contra otras bocas como dos heridas en carne viva que supuran saliva, era el filo de mis dientes abriéndose paso entre muslos, caderas y esternones