Cara de Cristo
Para André. Padre Érase un hombre con la cara de Cristo y con el Cristo en el cuello. Él escribía “lentes de sol” sin usar ni una letra, todo para decir algo y que fuera realidad. Era su ternura y las ganas de construir un horizonte con la hache de su palabra “hola” como aquella vez que de su garganta brotó este mundo en el que hoy Él habita con nosotros. En su mano había una carta, en la carta, tres rostros: Padre, Hijo y Espíritu santo. Hijo Era su carne e imagen: su cara de Cristo a la altura de un árbol extenso como una canción que no termina porque aún no ha empezado a sonar. Pero se sabe –Él sabe– que tiene un final con María Magdalena a su lado, a sus pies de árbol cansado de erguirse en lo alto, y no poder descender con su corazón ardiente de su pasión de hijo que amó este mundo para terminar crucificado. Pero se sabe –Él sabe– que su dolor no fue en vano, y que cada pecado en la tierra, como en su cara, ha sido perdonado. Espíritu santo Ha descendido.