Escrito con manecillas
José María Eguren. (1910). Toque de ánimas.
Te extraño hoy
Ayer no,
mi cuaderno guardaba silencio,
sudaba tranquilo,
dormido,
sin tinta,
sin ti.
mi cuaderno guardaba silencio,
sudaba tranquilo,
dormido,
sin tinta,
sin ti.
No,
no soñaba con el suelo blando,
canciones de cobijas
o caminar descalzo sobre el sol
contigo;
es que anoche
no soñaba lo de hace una semana,
lo de seis meses,
un año,
en el restaurante,
no soñaba con el suelo blando,
canciones de cobijas
o caminar descalzo sobre el sol
contigo;
es que anoche
no soñaba lo de hace una semana,
lo de seis meses,
un año,
en el restaurante,
para comer con tenedores,
sirviéndote de mi mirada.
Ayer casi no recordaba
que te di mis ojos,
ahora lloro sin ellos.
Quiero cerrarlos,
y dormir y despertar mañana.
que te di mis ojos,
ahora lloro sin ellos.
Quiero cerrarlos,
y dormir y despertar mañana.
Purgatorio
Empieza con un algo
acorralado entre círculos
que trazan una línea:
acorralado entre círculos
que trazan una línea:
uno, dos,
cada palabra es un segundo,
ocho, nueve, diez...
y en sesenta
se logra un punto de la línea.
Uno, dos, tres,
se repite,
seis, siete,
se repite
en un bramido
que entona todos los nombres:
cada palabra es un segundo,
ocho, nueve, diez...
y en sesenta
se logra un punto de la línea.
Uno, dos, tres,
se repite,
seis, siete,
se repite
en un bramido
que entona todos los nombres:
uno y dos ojos
despiertos.
Lo primero que ven es su carne cruda,
y piensan: es muy mediodía
para estar crudo,
muy mediodía normal,
al menos igual;
otros se cuecen a esta hora
con olor a hambre,
otros se queman en la labor
de los círculos que cuentan
sesenta veces siete
de uno hasta sesenta,
otros se arrepienten en la línea
que construyen con culpa
implorando el perdón
por haber vivido jugando con los círculos.
despiertos.
Lo primero que ven es su carne cruda,
y piensan: es muy mediodía
para estar crudo,
muy mediodía normal,
al menos igual;
otros se cuecen a esta hora
con olor a hambre,
otros se queman en la labor
de los círculos que cuentan
sesenta veces siete
de uno hasta sesenta,
otros se arrepienten en la línea
que construyen con culpa
implorando el perdón
por haber vivido jugando con los círculos.
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