Menú del mes

 

Nicolas-René Jollain. (1769). Hyacinthe changé en fleur.

Paradero

Sentirse ligerito
con un grillete en la mordida,
sonriendo pasito
con el sudor de susurros matutinos
que auguran lo que no pasará mañana:
nada pasará,
pero todos los buses pasan...
eso es sentirse ligerito.

Cuerpo, deseo y dolor

La desnudez entumecida
por el disparo de una cámara,
la desnudez paralizada
por los nudos del recuerdo:
ese es mi cuerpo.

Mi cuerpo hecho bronce,
hecho madera,
hecho mármol
contemplado por feligreses ansiosos
de tallarlo con sus uñas y dientes.

Ese es mi cuerpo:
mi cuerpo manoseado,
tosido,
arrugado, saboreado
escupido, vomitado,
reproducido.

Carne repleta de muescas hondas
y pedruscos dérmicos.
Mi cuerpo exhibido
en una vitrina
para el alcance de unos cuantos.

¿Cuántos?
Los que miren,
los que sonrían,
los que presionen el cristal
hasta reventarlo
en un orgasmo doloroso
de miles de esquirlas penetrantes.

¿Te duele?
Dime si te duele,
¿no te duele esa carita de placer
que me mira
creyendo ciegamente
que mi mirada es la misma?

¿Te duele?
Dilo,
¿no te duele la garganta
luego de esa algazara
de gemidos
que respondo
con un sencillo silencio caliente?

"Me duele".
Sangran tus mejillas atrapadas
en el angosto espacio
que hay entre las manos inertes.
El roce con rocas
jamás se traduce en caricias.
Observa atento
el reflejo brillante de tu sangre
en el piso,
es tu carita
ahora adornada
con raspones.

Aquí mi cuerpo tocado.
Aquí mi cuerpo
trastocado
por tantas miradas
inseguras
y volátiles,
retorciéndose en desespero
en el árido suelo
que absorbe sediento
todo rastro de sudor,
lágrimas
y semen.

Acá,
danzan flores marchitas
mecidas por la nostalgia,
el odio y el miedo:
acá,
entre sueños
y ficciones,
fluye lento
el deseo de vivir una vida
para siempre prohibida.

Sol rosa

                                                A Gustavo.

El sol se oculta
y roza con timidez
el cristal de mis lentes:
veo rosa,
el sol rosa rozando
mis mejillas sonrojadas.

La grama perforando mis poros
como servilletas decoradas
con sonrisas
y cachetes colorados,
que rozan tu mirada oculta
tras el sol.

¡Mira!,
allí va lo rosa,
está detrás del sol,
detrás de ti,
más allá de tu rostro,
alza la vista
por encima de tus lentes.
¡Ahí!,
atrápalo en un abrazo
antes de que me vaya
buscándote entre lo rosa
hasta no encontrarte,
y me pierda
para siempre
rosa.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cosas que duelen

Maricón, pero andariego

Otros dos poemas