A comer

    Ella pica cebolla, pica dos tomates, luego pica cilantro y frita todo en una paila. El crujir del aceite suena delicioso.

    Él ama la comida de ella. Escucha atentamente el canto metálico de las ollas que se golpean con las cucharas. No se resiste al crujido del aceite que frita sus tímpanos y grita desde la cocina:

¿Mamá, qué estás preparando?

Ella le responde en voz baja:

Tomaremos sopa.

    El borboteo cesa, el fogón se apaga y con dos paños gruesos la madre acomoda la olla en el mesón. Con el delantal sucio todavía puesto, dispone los platos calientes sobre la mesa, sirve dos vasos de aguapanela fría, perfecta para el calor de la tarde y para pasar la suculenta sopa humeante que penetra con su aroma la inocente nariz del niñito. Cuelga el delantal en una esquina de su silla y llama a su hijo.

    Él corre con afán al comedor. Se trepa como puede a una silla, y mira con desconcierto que en la mesa no está el plato de Felipe:

Mamá, Felipe también toma sopa.

Tu hermano no vendrá a almorzar hoy. Toma antes de que se enfríe.

    La madre pasa un sorbo completamente tranquila, como si la sopa estuviera tan fría como la expresión en su cara. La cuchara se hunde despacio. El niño sopla el vapor que cubre por completo la superficie del plato; él se paraliza al notar que la sopa sigue oculta tras una maraña espesa de pelos, dientes y trozos de carne mal cortados y atravesados por esquirlas de huesos. El llanto mudo del niñito cae sobre el plato y sazona la sopa. La madre le acerca a su hijo el vaso de aguapanela y le repite:

Te dije que Felipe no vendrá a almorzar.

Lucy Tejada. Sin título.


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