Un país que duele

Débora Arango. (1950). La República.

En el siglo pasado, Hannah Arendt ya hablaba sobre la banalidad del mal. Parafraseándola rápida (y hasta burdamente) decía que mucho del mal que hay en el mundo surge por la ignorancia y que de esa forma, muchas personas no son conscientes del mal que hacen. Esto lo reflexiona ella en un momento clave para la historia de la humanidad, en especial en la historia alemana: ella siendo judía, padeció y vio padecer a otras personas las torturas que los nazis ejercían a los judíos y a otros grupos como los comunistas, los homosexuales o los traidores al régimen.

Ella no pretendía defender de ninguna forma a quienes cometieron actos atroces durante la Alemania nazi, ella explicaba la razón por la cual muchos soldados o ciudadanos alemanes del Tercer Reich actuaron así. El gobierno prácticamente les lavó el cerebro y no permitía que los ciudadanos miraran otras aristas de pensamiento diferentes a las que el nazismo pregonaba, pues quienes lo hacían eran penitenciados.

Ahora, la Colombia del nuevo milenio era una Colombia inestable: las guerrillas, los grupos paramilitares y los narcotraficantes hicieron de este país un hervidero social. Así, en 2002 llega a la presidencia Álvaro Uribe con un discurso que promovía la seguridad en el país que logró convencer al pueblo colombiano. Uribe utilizó tácticas sofistas como indicar que todo aquel que estuviera en contra de sus medidas, estaba en contra de Colombia. Los medios de comunicación y la mayoría de periodistas ayudaban a crear esa idea endiosada que se tenía de Uribe como el nuevo caudillo que salvaría a Colombia de las garras de la inseguridad. Aquellos que dijeran cosas en contra de él, eran censurados de alguna u otra forma. Así se logró convencer a una gran parte de la población de que Colombia era el problema y Uribe era la solución. Esto recuerda a la estrategia de Tercer Reich para esparcir su ideología por toda la población: censura y propaganda.

Era hasta irónico ver cómo las personas de los estratos más bajos de Colombia, que tenían empleos informales o que trabajaban como obreros apoyaran a Uribe, pues siendo él gran aliado de los intereses de los empresarios consideró hacer que el recargo nocturno de trabajo diera inicio a las 10:00PM y no a las 6:00PM como era antes de su gobierno, al igual que hacer que la edad para acceder a una pensión laboral aumentara. Acá es donde queda en evidencia la forma en la que Colombia entera era un hombre hambriento al que le servían su propia carne para comer y con eso era feliz.

Así, luego de su segundo mandato, el pueblo votó por su “sucesor”, Juan Manuel Santos, quién luego fue recriminado de ser un traidor del uribismo y no seguir con el grandioso legado que el eterno emperador de Colombia había dejado, haciendo que después del gobierno de Santos, fuera Iván Duque quien tomara la batuta del país.

Poco a poco, la nueva generación colombiana fue abriendo los ojos y se dio cuenta de que Uribe y sus esbirros no eran como Jesucristo y los doce apóstoles, empezando a salir a luz hechos como que Álvaro Uribe y su familia mantuvieron nexos con paramilitares y narcotraficantes, o que durante sus mandatos fueron asesinados un total de 6402 civiles, hasta ahora confirmados por la justicia, haciéndolos pasar por guerrilleros (los conocidos como falsos positivos). Ya la gente estaba cansada desde mucho antes que se publicaran los datos de los falsos positivos, y se alzaron en protestas en 2019, como varios países latinoamericanos como Chile y Ecuador en el mismo año. Sin embargo, a Iván Duque “se le apareció la Virgen” con la llegada del COVID-19 a Colombia y esto hizo que las protestas cesaran en 2020.

Ahora, en 2021, se avivan nuevamente las protestas en las calles de diversas ciudades y municipios del país, la problemática social se fue acrecentando durante el 2020, al más puro estilo de una bomba de tiempo que explotó con el intento del gobierno de hacer realidad un proyecto de reforma tributaria que pretendía sacar dinero de las clases medias y bajas de Colombia de diferentes maneras, mientras que las clases más altas seguirían gozando de ser privilegiados por la caterva uribista que dirige a este país. Ya no solo se protesta contra una reforma, se protesta contra un gobierno que se ha prostituido con el fin de contentar a adinerados y empresarios mientras barre el piso con el resto de clase sociales. Así como Alemania actualmente repudia el nacionalsocialismo promulgado durante el mandato de Hitler a comienzos del siglo pasado, Colombia está repudiando al uribismo y todos los daños que ha causado, de ahí que no nos extraña que personas que veían al uribismo como una religión, empiecen a cambiar su pensamiento a uno más crítico que permita el análisis de la realidad nacional desde facetas diferentes al uribismo. Entonces, se entiende que mucho del mal al que estaba sometida Colombia se debía a la ignorancia de su ciudadanía que no refutaba en ningún momento las decisiones del gobierno.

Evidentemente, como el Paro nacional y las manifestaciones van en contra del gobierno, y el uribismo se caracteriza por ser de mano firme, las fuerzas policiales y militares no han dudado en atacar a quienes salen a las calles a manifestar. El Estado no entiende de opinión y tampoco la quiere.

De mi parte, apoyo totalmente al Paro, porque me duele mi país y me duele su historia que durante décadas ha sido ignorada. Lastimosamente, al igual que muchos otros jóvenes en Colombia, no puedo asistir a las protestas, no porque mis padres apoyen al gobierno, sino porque temen que yo sea un número más en la lista de asesinados o desaparecidos durante el Paro nacional.

No permitamos que vuelvan a jugar con nuestro país
¡VIVA EL PARO NACIONAL!

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cosas que duelen

Maricón, pero andariego

Otros dos poemas