Un país que duele
En el siglo
pasado, Hannah Arendt ya hablaba sobre la banalidad del mal. Parafraseándola
rápida (y hasta burdamente) decía que mucho del mal que hay en el mundo surge
por la ignorancia y que de esa forma, muchas personas no son conscientes del
mal que hacen. Esto lo reflexiona ella en un momento clave para la historia de
la humanidad, en especial en la historia alemana: ella siendo judía, padeció y
vio padecer a otras personas las torturas que los nazis ejercían a los judíos y a otros grupos como los comunistas, los homosexuales o los traidores al régimen.
Ella no pretendía defender de ninguna forma a quienes cometieron actos atroces durante la Alemania nazi, ella explicaba la razón por la cual muchos soldados o ciudadanos alemanes del Tercer Reich actuaron así. El gobierno prácticamente les lavó el cerebro y no permitía que los ciudadanos miraran otras aristas de pensamiento diferentes a las que el nazismo pregonaba, pues quienes lo hacían eran penitenciados.
Ahora, la Colombia del nuevo milenio era una Colombia inestable: las guerrillas, los grupos paramilitares y los narcotraficantes hicieron de este país un hervidero social. Así, en 2002 llega a la presidencia Álvaro Uribe con un discurso que promovía la seguridad en el país que logró convencer al pueblo colombiano. Uribe utilizó tácticas sofistas como indicar que todo aquel que estuviera en contra de sus medidas, estaba en contra de Colombia. Los medios de comunicación y la mayoría de periodistas ayudaban a crear esa idea endiosada que se tenía de Uribe como el nuevo caudillo que salvaría a Colombia de las garras de la inseguridad. Aquellos que dijeran cosas en contra de él, eran censurados de alguna u otra forma. Así se logró convencer a una gran parte de la población de que Colombia era el problema y Uribe era la solución. Esto recuerda a la estrategia de Tercer Reich para esparcir su ideología por toda la población: censura y propaganda.
Era hasta irónico
ver cómo las personas de los estratos más bajos de Colombia, que tenían empleos
informales o que trabajaban como obreros apoyaran a Uribe, pues siendo él gran
aliado de los intereses de los empresarios consideró hacer que el recargo
nocturno de trabajo diera inicio a las 10:00PM y no a las 6:00PM como era antes
de su gobierno, al igual que hacer que la edad para acceder a una pensión
laboral aumentara. Acá es donde queda en evidencia la forma en la que Colombia
entera era un hombre hambriento al que le servían su propia carne para comer y
con eso era feliz.
Así, luego de su
segundo mandato, el pueblo votó por su “sucesor”, Juan Manuel Santos, quién
luego fue recriminado de ser un traidor del uribismo y no seguir con el
grandioso legado que el eterno emperador de Colombia había dejado, haciendo que
después del gobierno de Santos, fuera Iván Duque quien tomara la batuta del
país.
Poco a poco, la
nueva generación colombiana fue abriendo los ojos y se dio cuenta de que Uribe
y sus esbirros no eran como Jesucristo y los doce apóstoles, empezando a salir
a luz hechos como que Álvaro Uribe y su familia mantuvieron nexos con paramilitares y narcotraficantes, o que durante sus mandatos fueron asesinados un total de 6402 civiles, hasta ahora confirmados por la justicia, haciéndolos
pasar por guerrilleros (los conocidos como falsos positivos). Ya la gente estaba
cansada desde mucho antes que se publicaran los datos de los falsos positivos, y se alzaron en protestas en 2019, como varios países latinoamericanos
como Chile y Ecuador en el mismo año. Sin embargo, a
Iván Duque “se le apareció la Virgen” con la llegada del COVID-19 a Colombia y
esto hizo que las protestas cesaran en 2020.
Ahora, en 2021,
se avivan nuevamente las protestas en las calles de diversas ciudades y
municipios del país, la problemática social se fue acrecentando durante el
2020, al más puro estilo de una bomba de tiempo que explotó con el intento del
gobierno de hacer realidad un proyecto de reforma tributaria que pretendía
sacar dinero de las clases medias y bajas de Colombia de diferentes maneras,
mientras que las clases más altas seguirían gozando de ser privilegiados por la
caterva uribista que dirige a este país. Ya no solo se protesta contra una
reforma, se protesta contra un gobierno que se ha prostituido con el fin de
contentar a adinerados y empresarios mientras barre el piso con el resto de
clase sociales. Así como Alemania actualmente repudia el nacionalsocialismo
promulgado durante el mandato de Hitler a comienzos del siglo pasado, Colombia
está repudiando al uribismo y todos los daños que ha causado, de ahí que no nos
extraña que personas que veían al uribismo como una religión, empiecen a
cambiar su pensamiento a uno más crítico que permita el análisis de la realidad
nacional desde facetas diferentes al uribismo. Entonces, se entiende que mucho del mal al que estaba sometida Colombia se debía a la ignorancia de su ciudadanía que no refutaba en ningún momento las decisiones del gobierno.
Evidentemente,
como el Paro nacional y las manifestaciones van en contra del gobierno, y el
uribismo se caracteriza por ser de mano firme, las fuerzas policiales y
militares no han dudado en atacar a quienes salen a las calles a manifestar. El
Estado no entiende de opinión y tampoco la quiere.
De mi parte, apoyo totalmente al Paro, porque me duele mi país y me duele su historia que durante décadas ha sido ignorada. Lastimosamente, al igual que muchos otros jóvenes en Colombia, no puedo asistir a las protestas, no porque mis padres apoyen al gobierno, sino porque temen que yo sea un número más en la lista de asesinados o desaparecidos durante el Paro nacional.
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